Juan Andrés Herrera A.,
México (1990)
Lao
I
La miro. Volatiza el peso de mi muerte
-Esta bala en la
frente,
esa granada en
las anginas-.
La miro y esta sequedad de barro no me
importa.
II
Por las noches duermo.
Destenso un arco en mis sueños.
La faz de la tierra se calienta,
arroja géisers, gotas de lava hacia el cielo.
Una flecha gira, gira, gira, tropieza, se
levanta,
tiene pies, camina, corre
-un pez pasa volando-,
gira
-remolinos de tierra-,
gira,
Se sacude el miedo, embiste, ya viene.
De vuelta, un silbido la ataca, un frío la
tiembla.
El temblor se enrosca. La flecha anda por
andar, se torna humana;
gira, gira, gira, observa, grita, toca los
cielos, se enrama: un día le brota un poema.
Vuela al monte:
trae botas,
uniforme,
-disparan rifles-
Es la guerra.
Está sangrando.
ESTALLA.
Regresa la luz.
Todo es vaho.
Siente miedo:
Cae,
sus quejidos cavan la tumba.
Gira, gira, gira. El polvo vicia al aire.
Vuelve a girar.
Abro los ojos. Estoy sentado.
Mis puños son dos volcanes en peligro de
extinción.
III
Contemplo a mi mujer.
Fui un hombre fuerte.
-¿Te acuerdas?
Estoy viejo.
Tuve alas de zopilote. Nací en Tepoztlán.
Me crié en los cerros devorados por un
hacha.
*
Ahora la veo transformarse en Espejo.
Mi rostro es un sentimiento guardado por
siglos.
Mi rostro refleja el espanto.
Me veo a mí mismo a través de su sudor.
Se agota. La miro deshacerse.
IV
Como en medio del desierto, grito.
Ella no me oye.
La muevo, la muerdo los muslos.
La presiono el sexo, la beso la boca, la
meto la mano.
Ella no me oye.
Cierro la mente.
Recorro el
cosmos.
No la alcanzo.
Veo las vidas de todos los hombres en sus
dedos.
Se aquieta. Se enarbola en el silencio.
la
miro el vientre la penetro el
ombligo la invado el cuerpo
la miro la mano la muerdo la boca
la
penetro el sexo
Contemplo a mi mujer. Ella no me oye.
V
La miro.
Tiene los senos como girasoles.
He visto morir niñas a través de sus ojos.
No tenemos sueños ni un arco.
Los dioses nos dejaron sólo este silencio.
Veo murales sangrando en sus costillas.
Somos un sueño de un creador.
En su pezón mueren todos los poetas
con el deseo hecho piedra en los labios.
Ella ahí.
Ahí su vibración ígnea
su cuerpo de lava:
su
luz pétrea.
Vi
De Mictlán se filtra un árbol.
Sale de la tierra.
Fluye como manantial de sangre.
Se estira hacia todas partes,
rumbo todos los polos del universo.
Conquista astros. Roza la estancia divina.
Mi mujer es la semilla, profunda, en el
barro. Brota de las piedras.
VII
Una niña es el fruto que cae
en espiral hacia el suelo.
Se abre el pecho.
Una rosa palpita, explota
y brota una flecha como un silencio.
Su poder es una grieta,
se expande,
huye,
gira. gira, gira. El polvo vicia al aire.
La niña alumbra la noche con su cuerpo.